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domingo, 19 de agosto de 2012

La mujer serpiente

Con el asunto de Dinero Gratis, casi me había olvidado de mi otro gran problema (aparte de la calvicie): mi novia y sus más que posibles infidelidades con un hombre llamado Marcos, o Mario, o...
[...] «¿Quién era entonces ese hombre del que hablaba en sueños?», me pregunto de vuelta a casa. También es verdad que no se puede culpar a nadie por tener sueños, sean del tipo que sean, y además, que yo sepa, sólo ha pronunciado su nombre una vez, aunque para mí es más que suficiente, por lo que decido que, ya que durante el día parece tener las espaldas bien cubiertas, le espiaré el sueño, donde uno pierde el control y comete errores imperdonables, como confesar el nombre del marrano con el que me la está pegando.
El truco está en acostarme antes que ella y hacerme el dormido. Al cabo de un rato, ella llega y se mete en la cama. Me toca, o me da un beso, y yo simulo estar sumido en el sueño. Luego, ella se da la vuelta. Dejo pasar cinco minutos. Durante ese tiempo, yo certifico mi estado de persona que duerme emitiendo algún ruido, o haciendo un movimiento brusco, como si por culpa de una pesadilla me hubiera sobresaltado. Ella me toca la cabeza y me arropa, y yo respondo con una respiración fuerte, propia del sueño profundo. A partir de aquí, sólo se puede esperar. Hay que tener paciencia. Como un cazador en la selva, la presa puede cometer un error en cualquier momento, y ahí tienes que estar tú, listo y con la escopeta a punto. A medida que pasan los minutos, el nerviosismo aumenta, tu propia respiración se descontrola. Deseas que ella haga algo, y es tanta la emoción, y resoplas tanto, que no puedes oír lo que pasa al otro lado de la cama. Ella podría estar confesando todo lo que tú no sabes y jamás lo oirías, porque tu propia respiración de chiflado perverso es tan fuerte que sólo puedes oírte a ti mismo. Deberías calmarte, pero es imposible. ¡Te imaginas tantas cosas! ¡Tantos pecados! Ella con Marcos, ella con Mario, ella con Pablo, ¡ella con los tres! En esta misma cama, bajo las sábanas, desnuda, con sus amantes latinos, riéndose de ti. Pero, ¿cómo?, ¡tiene ojos de serpiente! ¡Y lengua bífida! No es una mujer... ¡Es un reptil! ¡Es un monstruo!
Padial, C., 2010, Dinero Gratis, Libros del silencio, Barcelona, pp. 95-98

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