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domingo, 19 de agosto de 2012

Síndrome de Estocolmo metafísico

A veces me pregunto si él —y yo— padecemos una forma metafísica de síndrome de Estocolmo. Este Hombre nos ha mantenido cautivos durante miles de años, ahora Le alabamos, Le defendemos, Le excusamos, a veces matamos por Él, un ejército de Chillones Devotos que juran fidelidad a su Charlie en el Cielo. Mi relación con Dios ha sido un círculo infinito no de la celebrada «fe seguida por la duda», sino de apaciguamiento seguido por la rebelión; aplacamiento seguido por la indiferencia; por favor, por favor, por favor, seguido de: que Te den, a tomar por culo, jódeTe. No guardo el Sabbath ni rezo tres veces al día ni espero seis horas para comer carne si he tomado leche. La gente que me crió [sic] dirá que no soy religioso. Se equivocan. Lo que no soy es practicante. Pero soy religioso de una manera dolorosa, agobiante, incurable, miserable, y últimamente he observado, perplejo y consternado, que por todo el mundo hay cada vez más gente que parece estar encontrando Dioses, cada uno de ellos con más odio y más sediento de sangre que el siguiente, mientras yo hago todo lo que puedo por perder el mío. Y fracaso miserablemente.
Creo en Dios.
Para mí es un auténtico problema.
La ternera me inspira muy poca simpatía.
Según la página web NoVeal.org [NoTernera.org]: «Los jóvenes terneros son arrancados de sus madres y encadenados por el cuello en jaulas que miden sólo dos palmos de ancho. No pueden darse la vuelta, estirar las patas ni echarse cómodamente». Igual que en una yeshiva, una madraza o una escuela católica. Excepto por lo de que son «arrancados de sus madres», esos afortunados ternerillos; mi madre me metió en la caja y me dejó muy claro que tendría su amor siempre y cuando permaneciera en la caja. Y para mejorar las cosas, no hay nadie fuera de la jaula del ternero que le diga que existe una especie de Vaca Todopoderosa en el cielo, y que esa Vaca Todopoderosa le ordena al ternero que permanezca en la caja, y que, además, esa opresora caja en la que se encuentra es un regalo: un regalo de la Vaca Todopoderosa porque los terneros son el ganado elegido de la vaca, y si al ternero se le pasa por la cabeza abandonar la caja, o poner en entredicho la caja, o incluso quejarse de la caja, bueno, que la Vaca le ayude.
Auslander, S., Lamentaciones de un prepucio, 2010, Blackie Books, [s.l.], pp. 68-69

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