Algunos días después mi madre regresó del tanatorio con una bolsa en la que llevaba la cartera, el reloj y el anillo de mi padre. Mi padre había sido un ateo convencido y alguna vez le había dicho a mi madre que quería que sus restos fuesen a parar a la basura. Mi madre conservó sus cenizas en una cajita, que guardó durante varios años en el cajón de un archivador, antes de cumplir finalmente con sus deseos.Everett, M., Cosas que los nietos deberían saber, 2009, Blackie Books, versión electrónica
miércoles, 6 de febrero de 2013
Últimos deseos
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