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domingo, 3 de febrero de 2013

¡Tocad, tocad mis carnes, esclavos!

—El viernes, que es día de visitas, puesto que es sábado, vendrá a verme el duque de Plymouth, que es un Saxo Coburgo Gotha, de los Gotha del almanaque, compuesto en papel de Holanda, que es una ciudad de los Países Bajos, donde estuve de niña, cuando todavía se jugaba al diábolo, que es un cucurucho de goma que se lanza a las nubes, y si se las toca las hace llover, y el mar se crece y se mete en esos países, que se llaman así porque están más bajos que el mar, y se inundan todos los días de lunes a viernes, menos los fines de semana, en que ponen unos diques para que no se mojen los quesos y los molinos de viento, y las mujeres puedan ir a misa para casarse con los obispos, porque allí acostarse con un obispo no está mal visto como aquí, que somos unos retrógrados y unos ignorantes. De modo que espero que os bañéis desde hoy mismo tres veces al día, para no oler como hoy, a hienas, que es el reptil que peor huele, porque se alimenta de cadáveres y de excrementos. De modo que dejad por un día de comeros unos a otros y gritemos ¡Viva el Zar! ¡Esclavos: brindad por el Emperador! Y decidme —añadió, abriendo su túnica y desenlazando la toalla que le servía de minifalda— si mis carnes no son las de una muchacha de veinte años a pesar de haber cumplido los veintiocho. ¡Tocad, tocad mis muslos y mis pechos y decidme si no son dignos de un Saxo Coburgo Gotha!
Los enfermeros —¡al fin!— se la llevaron colgada de las axilas. Alicia aún la oyó gritar: "¡Mueran las hienas! ¡Viva el Emperador! ¡Tocad, tocad mis carnes, esclavos, y comparadlas con las de vuestras concubinas!".
Luca de Tena, T., Los renglones torcidos de Dios, 1979, versión electrónica

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