Consideró la humillación que para esa señora tan exquisita debía suponer someterse a semejante ceremonia. Recordó al Tarugo unos años más atrás, radiante por la novedad de esta experiencia, pidiendo a gritos que le hurgasen más adentro del ano, pues era más arriba donde guardaba un secreto.Luca de Tena, T., Los renglones torcidos de Dios, 1979, versión electrónica
No hay comentarios:
Publicar un comentario