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miércoles, 7 de noviembre de 2012

Esposa sustituta

Durante unas semanas fui su esposa esposa sustituta. Fui mi propia madre.
Y como mi padre no podía desgañitarse con mi madre sobre el espeluznante día a día del organizador de una fiesta sorpresa, se vio obligado a buscar consuelo en mí.
[...]
Ser su mujer me resultó curioso durante un tiempo —era agradable que se mostrara tan abierto y me gustaba oírle soltar tacos—, pero mentiría si dijese que, después de unas cuantas semanas de escuchar sus lloriqueos, no empezó a resultarme atractiva —en teoría— la idea de fugarme con el tipo que viene una vez al mes a ocuparse del jardín.
Dunthorne, J., Submarino, 2011, Suma de letras, Madrid, pp. 338-339

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