Aquel año, tras interminables peticiones por parte de Yoni y un grupo de estudiantes de último curso también frustrados sexualmente, los rabinos consintieron a regañadientes en permitir que los mayores de la yeshiva masculina organizaran una única cita con las alumnas de tercer año de la yeshiva femenina, eso sí, acompañados de carabina. Para mí fue poco consuelo. Las chicas que conocía mejor eran estrellas de la pornografía, y se llamaban Amber, Nikki y Whoppers. Las chicas de la yeshiva se llamaban Miriam, Leah, Pesha y Shainey. Para mí eran un misterio. Para ellas el primer paso era darse la mano, el segundo un paseo durante el Sabbath, luego que las llevaras a dar una vuelta en el Mercerdes de tu madre, y lo máximo era prometerse formalmente. Para mí el primer paso era la penetración anal.Auslander, S., Lamentaciones de un prepucio, 2010, Blackie Books, [s.l.], pág. 164
jueves, 13 de septiembre de 2012
Expectativas iniciales
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