Siempre se le puede preguntar a Bacardi por los aspectos de la producción en masa, por esas cadenas de montaje en China donde los trabajadores explotados envuelven y empaquetan incontables réplicas de su erección en caucho de silicona, todavía calientes de los moldes de acero inoxidable. O bien empaquetan y envían ejércitos de bamboleantes vaginas rosadas de plástico hechas a partir del molde del coño afeitado de Cassie Wright. Obreros chinos esclavizados, trabajando a mano, metiendo pelos púbicos con pinzas o pintando con aerógrafo distintos tonos de rojo, de rosa o de azul. Con una precisión que llega hasta la misma cicatriz de la episiotomía de Cassie. Hasta la última vena y verruga de Bacardi.Palahniuk, C., 2010, Snuff, Random House Mondadori, Barberà del Vallès, pp.49-50
[...]
Mucho tiempo después de que Cassie Wright se vuelva vieja y demente, se muera y se pudra, su vagina seguirá con nosotros, sepultada en cajones de ropa interior y armarios de cuarto de baño, al lado de las revistas guarras ajadas. O bien expuesta en tiendas de anticuario. La erección de caucho de Bacardi, al mismo precio que los consoladores de hueso de ballena labrados a mano que usaban las esposas solitarias de los balleneros de Natucket de antaño.
domingo, 19 de agosto de 2012
La inmortalidad
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