Estamos impulsados por necesidades y expectativas inagotables. Nuestra inteligencia es una maquinaria hiperbólica. No queremos simplemente sobrevivir, como quieren el mejillón y la gallina, sino que queremos sobrevivir, convivir, crear, liberarnos, superarnos, en una palabra, supervivir. Esto no quiere decir vivir por encima de nuestras posibilidades, lo que sería quimérico, sino vivir por encima de nuestras realidades, o sea, vivir dirigidos por la posibilidad, que es irreal, inventada, fantaseada. Cuando Hölderlin escribió: «Poéticamente habita el hombre la tierra», creo que se refirió a nuestra inevitable necesidad de vivir realmente en la ficción, o, dicho en términos menos escandalosos, en el proyecto y la esperanza. [...] Vivir en la ficción es una empresa arriesgada. Cuando oigo decir que la nación es una ficción política, que la memoria colectiva es una ficción cultural, que los derechos humanos son una ficción moral, que el pueblo soberano es una ficción jurídica, que el estado de naturaleza es una ficción filosófica, y que la voluntad general es una ficción rousseauniana, no me parece escuchar descalificaciones, sino verdades conflictivas que amplían nuestras posibilidades y nuestros riesgos.Marina, J. A., Las culturas fracasadas, 2010, Anagrama, Sant Boi de Llobregat, pp. 22-23
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Supervivir
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