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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Son todos unos asesinos sangrientos

Este caso representa una pareja de asesinos cuyo miembro femenino aprende a matar y desarrolla su maldad al lado de un psicópata perfecto, como sigue siendo Ian Brady. Ambos, entre 1963 y 1965 [...], asesinaron a 9 niños y adolescentes, y fueron el dolor más intenso en la conciencia de un pueblo que estaba disfrutando de un periodo de gran prosperidad y creatividad.
[...] De ella [Myra Hindley] todos tenían la opinión de que era una chica del todo normal, que adoraba a los animales y a los niños. Él era «intelectual» y apuesto, más reservado. Pero lo cierto es que ella perdió la virginidad con él y se convirtió en sus esclava, renunciando a su fe en Dios y en todo lo que antes creía, simplemente porque él era su nuevo dios, siempre brillante en sus afirmaciones y con una enorme seguridad en sí mismo. Myra dijo una vez de su fascinación por Brady: «Podría haberme convencido de cualquier cosa, tal era su poder de persuasión; con su modo de hablar susurrante, hablaba de cosas que no acababa de comprender, pero que escuchaba como si fuera el Evangelio».
[...] De acuerdo con Myra, en julio de 1963 Brady comenzó a decir que debían cometer el «crimen perfecto», que eso sería prueba de su intelecto superior.
[...] El cuerpo de John fue encontrado porque Myra tenía una foto donde aparecía al lado de su tumba con un perro. Cuando la policía le dijo a Myra que su perro había muerto mientras estaba en la perrera, ella replicó: «Son todos unos asesinos sangrientos».
Garrido, V., La mente criminal, 2007, Temas de hoy, Madrid, pp. 282-283

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