Bueno, pues Martin, como la mayoría de los ex hippies amargados, es un yuppie, y yo no tenía ni idea de cómo hay que relacionarse con personas así. Y antes de que empieces a quejarte y a decir que los yuppies no existen, hagamos frente a los hechos: existen. Gilipollas como Martin, que pierden el control y parecen hombres lobo anfetamínicos cuando en un restaurante no consiguen una mesa junto a la ventana en la sección de no fumadores, y con servilletas de tela. Androides que nunca entienden los chistes y que tienen algo feo y amenazador en lo más hondo de su existencia, algo como un chihuahua subalimentado que enseña los dientes y espera que le den una patada en el morro o como un vaso de leche que salpica los filamentos violeta de un matainsectos: una extraña broma pesada de la naturaleza. Los yuppies nunca apuestan: calculan. Carecen de aura. ¿Has estado alguna vez en una fiesta de yuppies? Es como estar en un cuarto vacío: unos hologramas vacíos de personas que andan por allí mirándose de reojo en los espejos y echándose disimuladamente pulverizador contra el mal aliento, por si se da el caso de que tengan que besar a otros espectros como ellos. Allí no hay nada.Coupland, D., 1993, Generación X, Ediciones B, Bilbao, pág. 40
sábado, 18 de agosto de 2012
¿Qué es un yuppie?
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