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sábado, 30 de agosto de 2014

Hola, ¿cómo estás?

«El momento que más cerca estuve de Cho Seung-Hui fue durante una de nuestras tutorías. Le dije que tendría que aprender a comunicarse con los demás y él, por primera vez, me habló.
—Yo no sé cómo hacer hacer eso.
—Bueno, podrías probar a acercarte a alguien y decir "Hola, cómo estás".
Cho se quedó muy callado durante un rato y luego me dijo.
—Creo que lo probaré alguna vez.
Cuando leí que ésa fue la frase que dijo justo antes de empezar el tiroteo, me eché a llorar».
Lucinda Roy,
ex profesora de Cho Seung-Hui
Gómez-Jurado, J., La masacre de Virginia Tech. Anatomía de una mente torturada, 2007, Ediciones El andén, Barcelona, pág. 157

My Supermodel Girlfriend from Outer Space

Cho no hablaba con ninguno de ellos, ni establecía contacto visual. En la única ocasión en la que salieron con él, fueron a una fiesta en la que Cho bebió grandes cantidades de alcohol y se mostró sociable, aunque fue aún peor. Habló del suicidio y de su novia imaginaria, Jelly, que era una supermodelo y que le llamaba Spanky (pajarillo).
—Fue muy raro. Me dijo que su novia Jelly vivía en el espacio exterior y que se desplazaba por el universo a bordo de una nave espacial. Poco tiempo después de esa conversación se puso SpankyJelly como seudónimo en AIM —dice Andy Koch, otro de sus compañeros.
Gómez-Jurado, J., La masacre de Virginia Tech. Anatomía de una mente torturada, 2007, Ediciones El andén, Barcelona, pág. 118

miércoles, 15 de enero de 2014

¿Pero qué coño...?

—Cuando era más joven... mi hermana mayor, la que conoces...
—¿Bárbara?
—Bárbara. Ella estaba en el instituto, o así. Y yo tenía unos once años... Nuestros padres se iban los fines de semana y nos dejaban en casa... Y ella se traía a todos sus amigos... de fiesta.
—¿Alguien te hizo algo?
—No. ¿Qué?... Oh, no. No, me metían en mi cuarto y cerraban la puerta. Pero una noche, me desperté y vi que mi puerta no estaba cerrada... Y oí, bueno, ruidos que venían de abajo... como risas raras y así... Y yo, callada como un ratón, bajé a ver... y vi... a mi hermana... Sí... Vi a mi hermana completamente desnuda con esos tíos...
—¿Tíos?
—Sí.
—¿Cuántos?
—Creo que eran cinco...
—Guau...
—Ella estaba de rodillas, y ellos estaban a su alrededor... Y estaban desnudos... Y ella estaba tocándolos a todos. Y ellos también la tocaban... y la llamaban... Y la vi... y estaba encantada... y tenía esa expresión congelada en la cara... Es la... No parecía que fuera ella... Y me senté en las escaleras y miré... y la cosa continuó y continuó...
—Guau...
—Me acuerdo que al principio, casi chillé. La visión era... una pasada... de verdad.
—Lo creo.
—Pero yo... miré y miré...
—Y, de repente, me pareció hermoso. Era como un arte... como... como un baile. Nunca vi a mi hermana tan guapa.
—Uh. Y...
—Mi hermana es una persona muy desgraciada. Tú la conoces, es una perdedora miserable. De lo que se trata es que yo... nunca he tenido una experiencia sexual... un pensamiento... sin que la imagen, la sensación de mi hermana, me viniera a la cabeza...
—Yo... me... ahora me he perdido.
—Oh... quieres la verdad... ahí va... Yo... yo no creo en Dios. No creo en el Cielo o en el Infierno o... o en el diablo. No creo en nada de todo eso... Creo en... lo que quiero... lo que creo que es real... es el... contacto. Contacto físico. Necesito que me cojan y me exploren... Creo que es todo lo que quiero... Lo que quiero. Eso es todo.
—Sólo permitir...
—¡¡No!! ¿No lo ves? Eso no basta. No puede ser. Tiene que haber algo más, ¿no crees?
—¿Entonces...?
—¿Qué?
—¿Qué es ese algo más? ¿Ser feliz? Oye, no entiendo tu manera de pensar. Lo que quieres, eso que dices que es en lo que crees, te vas a negar a ti misma... ¿porque tu hermana fue una guarra en el instituto y se casó mal?
—No...
—Bien. No creo... escucha... no creo que eso sea lo único que quieres en la vida... no creo que eso sea en lo único que crees... ¿Qué me dices? Creo que es en lo único que piensas porque te lo niegas a ti misma.
—¡¡Ey!! ¿No viste lo que pasó anoche?
Sí, lo vi... Fue una sorpresa...
—Fue de locos.
—Lo sé. ¿Y?
—¡¡Y!!
¿Y qué? ¿¿Y qué coño...?? Siento tener que decir esto, pero se supone que...
—Yo...
—Se supone que debe ser salvaje e inexplicable.
—Yo...
—Dejarte ir. Darte placer. ¿Te asusta por culpa mía?
—Un poco.
—¿Por?
—Porque me encuentro muy a gusto... y muy relajada a tu lado. Y... bajo la guardia... Y... y... pierdo el control, y entonces...
—¿Y entonces qué?
—Entonces... entonces... ¿Sabes, sabes qué? Esto me hace sentir incómoda.
¿¿Qué??
—¡¡No!! Esto, no es lo que quiero.
—¿¿Qué??
—Estás poniendo en mi boca palabras que...
—¿¿QUÉ?? ¡¡No!! No, sólo estamos hablando. Sólo...
—NO, Y UNA MIERDA. ME HAS INVITADO A COMER, Y AHORA ESTÁS JUGANDO CON MI CABEZA.
—¡No! Eso...
—Nada... Uh...
—¿Qué? ¿¡De qué estás hablando!?
—Adiós...
—¿¿Adiós...?? ¿Pero qué coño...?
Bendis, M., Jinx, 2005, Planeta DeAgostini, versión electrónica.

lunes, 13 de mayo de 2013

Saber perder

Él es de aquellos a los que no les gusta perder en el juego o en el deporte. Por eso lo irrita tanto la Kohut. Cuando se ve perdedor en una discusión, no es de los que tiran la toalla sino que, iracundo, finalmente da en la cara a su contrincante con el vómito de las aves de rapiña, un montón de huesos regurgitados, pelos, piedras y yerbas que no se pueden digerir; mira despectivo, en su cabeza se revuelve todo lo que habría podido argumentar y que por desgracia queda sin decir, y abandona la discusión.
Elfriede, J., La pianista, 2004, Círculo de lectores, versión electrónica.

Amaestrar a la maestra

Él hará lo que ella diga y desee, así sacará provecho para amores futuros. Quiere aprender en el trato con una mujer mucho mayor que él, una con la cual no sea necesario proceder con cuidado, como es el caso en el jugueteo con las chicas jóvenes que no lo permiten todo. ¿Tendrá que ver esto con la civilización?
Un muchacho primero ha de marcar sus límites para enseguida poder sobrepasarlos a su gusto. Espera pronto poder besar a su maestra, hasta ahogarla. La lamerá por donde ella se lo permita. La morderá donde ella se lo permita. Pero después llegará conscientemente hasta las últimas intimidades. Comenzará por su mano y seguirá adelante. Le enseñará a amar su cuerpo, o al menos a aceptarlo, ya que hasta ahora lo ha negado. La instruirá cuidadosamente en todo lo que es necesario para el amor, pero después se dirigirá a objetivos más gratificantes y a tareas más difíciles, en lo que se refiere al misterio de la mujer. El eterno misterio. Por una vez, él será su maestro.
Elfriede, J., La pianista, 2004, Círculo de lectores, versión electrónica.

Imperfección

Esta pequeña imperfección provoca que la mujer Erika resulte propiamente atractiva para el estudiante adulto, porque la hace accesible. Toda mujer puede ser encadenada a través de la conciencia de su imperfección física.
Elfriede, J., La pianista, 2004, Círculo de lectores, versión electrónica.

Sin beneficio alguno

Todo está acomodado perfectamente en este pequeño local donde las mujeres se estiran y retozan. Ellas, las mujeres, se alternan. Rotan de acuerdo con el principio del tedio en la serie del peepshow, para que el cliente fiel y los visitantes regulares puedan ver una buena variedad de carne a intervalos previamente establecidos. De lo contrario, no vuelven. Mal que mal, ellos vienen con su precioso dinero y lo introducen moneda a moneda por la insaciable ranura. Porque cada vez que el asunto se pone atractivo debe introducir otra moneda. Una mano introduce la moneda, la otra bombea la virilidad sin beneficio alguno. En casa, el hombre come por tres y aquí lo tira desconsideradamente por los suelos.
Elfriede, J., La pianista, 2004, Círculo de lectores, versión electrónica.